
La cara de orgullo al acabar bien ha merecido la pena, a pesar del estampado de tomate en su camiseta y en la mesa y la cantidad de trozos y migas de pan que han quedado por el suelo.
A veces nos cuesta dejarles hacer, porque no sabes cuál va a ser el resultado de esa ocurrencia, porque les oyes trajinar de un lado a otro sin saber qué hacen porque quieren que sea sorpresa, porque muchas veces supone más trabajo que si lo hacemos nosotros...pero hay que confiar más en ellos, que vean que ellos también colaboran y ayudan con las tareas de casa. Que puedan sentir la alegría de lograr lo que se han propuesto y de servir y ayudar a los que les rodean. Y además en todo el proceso aprenden, y mucho.


Hoy hemos tenido una cena diferente, pero rica y muy original, y sobretodo hecha con mucho mucho amor.
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